Los ojos cristalinos




-¿Por qué cierras los ojos? Al otro lado hay un sol espléndido, aunque no lo veas la luz entra por la ventana.

-Sí, noto la luz, pero me sabe un poco mal la boca, quisiera darte un beso pero así con este sabor me duele un poco mirarte y no poder sentir tus besos.

-Aunque no tuvieras nada en el mundo más que carne seguirías siendo preciosa, aunque fueras arena, aunque fueras aguas, ¿te acuerdas de cuando jugábamos juntas en la playa?

Sí es verdad, debería acordarme de todos esos momentos empapada sin  pensar en la espalda del océano, y el olor a mar. Aquí sentada puede que me pese la muñeca y empiecen a cristalizarse mis ojos, pero hay tantas cosas que quiero contarte aún. Quiero contarte cuando me vendía al viento por cosas como que me regalaran una mirada y ahora puedo tener las que quiera para mí.

-Me gusta mucho pasar el tiempo contigo mamá y que cuando me pongan la quimioterapia me hagas cosquillas en la mano. ¿Ves? Ya no cierro los ojos porque tienes razón hay una luz espléndida.

-Y a mi contigo hija, hasta cuando me gritas y te enfadas conmigo.

-Ha tenido que llegar el cáncer y sentarme en esta silla a pensar para darme cuenta de lo importante que es que haya alguien así contigo, porque una madre quiere sin pensarlo y es de las cosas de dar gracias todas las mañanas.


Son horas de un proceso que duele un poco, donde salen llagas y el corazón se queda un poco triste y abatido; también duelen un poco las venas porque esas bolsas están frías, pero con ella es más fácil, porque es ella.

4 comentarios:

  1. Directo al corazón!!gracias!!!!!!muuuuuack!!!!!!!!!!!

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  2. ¡Muchísimas gracias a las dos! ¡Qué puede menos una hija darle las gracias a su madre aunque sea de la más pequeña de las maneras!

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  3. Jo, Natalia. Un beso enorme. Sigue luchando, por favor.

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