Elena, La amazona



Sin saber si quieres o huyes de las cosas que te escribo, te invito Elena a que pasees conmigo, un rato nada más. Podemos imaginarnos donde tú quieras, quizá en un olvido o quizá en recuerdos guardados en los cajones de la casa familiar.

Me gusta más cuando me cuentas secretos, cuando lees en silencio y te arropas en tu soledad, parecen tus ensortijados rizos un cuento romántico, esperando a un príncipe que viniera a despertarte de tu profundo sueño.

En aquel sueño fuiste muchas cosas, desde marioneta a mariposa, pasando por serpiente y cucaracha; viste magia y me preguntaste: ''No sé que soy y qué tengo''. Pues es fácil, no todos nacen con tu gusto por la lectura, o por esconder secretos en el corazón, saber escuchar, saber callar y cantar en la ducha y hacerlo bien.

Resabida en tus andares y tu lengua. Vives dormida entre las rocas de una cueva enorme, matando el tiempo y corazones. Describirte novelada no es más que por ti, que ansías el realismo de la vida cuando podrías escoger la locura remendada en tu estómago cuando te hacen el amor.

Pasas de Ovidio a Virgilio, porque no sé si lo que escondes con esa cara de muñeca es más de Bella Durmiente, o de Medusa, o de Medea. Quiero creer que tu corazón no está atormentado, y así siento tanto no saber cómo decirte lo maravillosa que estás cuando te sueltas la melena que rima con tu nombre.

‘‘¿Recuerdas a Homero? Pues yo soy esa Elena de Troya enamorada de Páris, vida, de que dejes de enfadarte con las cosas pequeñas y con las cosas imposibles''

Ahora oigo a Atenea en ti, la sabiduría, oigo a Palar porque tu belleza va más allá de lo humano y lo erudito, de lo vulgar. Eres realmente una hermana de otra hermana, y es dulce que hayas decidido seguirme en la lucha, que vistas mi misma armadura, amazona, sublime, que no es nombres de princesas de cuento, ni la malvada Medusa, ni mujer atormentada autosuicida. Esa, querida mía, se parece más a mi por la lucha, por ser madre de una guerra nuestra.


''No ataques a los sueños, admite que puedes seguir aquí en presente, si tú diste parte de ti, te daré yo parte de mí también, AL FIN Y AL CABO SOMOS TROZOS DE LA MISMA PIEDRA ANGULAR, EL MISMO TODO, LA MISMA MADRE''

Málaga La Bella

(Sin música no hay tierra andaluza que pueda describirse, así es que la principal instrucción para entender este texto es escuchar esta canción que les dejo, al mismo compás que leen lo escrito. Leer con sentimiento imaginándose dentro del mismo texto, os llevará a experimentar lo que siente un corazón escritor cuando ama algo con fuerza)





Tuve tiempo para viajar y darle al alma más ganas de vivir, recorriendo mi tierra a sorbitos, de corto y de largo…
Cada 21 días la vida era un viaje fugaz, donde prendía a ritmo de olas que viene y van, el fuego sarcástico del miedo luchando contra la blanca marca de un corazón a ritmo de flamenco. El tiempo exacto para morir y resucitar y recorrer una piel de toro donde abrigarse en cada esquina sin llanto, pero sí con arte y flamenco, con aquella voz terciopelada y aquel instrumento con cuerpo de mujer.


Hablo de los días andaluces donde, con el cuerpo entumecido me dejaba maravillar por el olor a sal y a flores, la fe a la Virgen del Carmen del marinero errante que al compás de las olas; como el camino; olvida la arena y se enamora del agua, donde la humedad del aire rociero, serpentea en  la piel del forajido, y de ahí poco basta para caerse rendido a los pies de…

''La bella Málaga, 
la mágica y la risueña, 
morena de arena y agua, 
donde la humedad de su aire, 
como perfume de flores, 
carne de mi carne, 
segunda casa y madre; 
me vio crecer y enseñó 
a sentir pinceladas de flamenco 
y vestidos de lunares.

Tardes de soles de verano
que invitan a hundir pies y manos 
en la mezcla de tierra y mar, 
mañanas de brillo dibujadas en la retina, 
desayuno en ‘’El Andrés, 
picoteo en ‘’El Pimpi’’, 
mirarte desde un barco melillero, 
donde los delfines; 
príncipes azules diciendo adiós, 
adentrándose en la mar; 
amores de coplilla.     
                      
Belleza de boqueronas, 
porque ''la española cuando besa...'', 
en su pelo se enredan 
los quejidos de un corazón amante, 
que se pierde por su serranía; 
espetos que brillan como las estrellas, 
prendiendo tu dulce olor en el café Lepanto; 
Málaga, 
el sabor de tu alma morena.

Rezarle a su Señor, 
Cautivo; 
señor moreno como su tierra, 
voz rasgada de una gitana, 
guitarra errante del paseo 
entre la calle Larios al corazón enrevesado 
de tu rizo y tu serpenteo, 
de tu lengua que sabe a vino y a feria; 
admirarte desde los cielos de tu torre mora, 
agarrarte las cuerdas vocales
y guardarlas en mi alma...

Para que diga el Redentor que no te amé, 
a ti, 
mi Señora de Málaga''

La guardo en un recuerdo, como la guardo en el corazón; y por ella y por su fuerza y por su gente, le dedico este trozo de mi alama, pa recordarle que sea de donde sea, mis manos escriben al compás de ‘’Serrana de Málaga’’ de Paco Lucía; para no olvidarte, por muy lejos que esté de ti.

Te extraño desde el centro de la península, te extraño desde el recuerdo de un momento infantil, te quiero como a una madre, amiga, como a los labios de un malagueño que te quita el sentido y el carmín, y no te quita las ganas de volver a casa, porque tu casa ya está aquí.



Los Días Limbo


Hay días en los que uno no sabe si reír o llorar. Estos días son los ‘’Días Limbo’’, el estado en el que no hay nada, ni se hace nada, sólo mantenerte. No piensas, no imaginas, a veces parece que ni respiras.

Hay personas que en estos días mantenemos el cerebro activo, nuestra actividad física y cerebral se hace a través de un pequeño hilo creativo que se cuela en la mente. Si lo midiéramos con un aparato de estos que lo miden todo, habría en la pantalla de un televisor negro, una rayita en color amarillo que tendría pequeños picos de esta actividad que serían como las pequeñas montañas que dibujas en el cole.

No se escribe, ni se utiliza el ordenador, tampoco se lee o se piensa claro. Este pequeño movimiento físico y cerebral es todo producto de sueños que se caracterizan por estas siempre ligados a los sillones, mientras las pupilas te abandonan unos segundos a la vida, es un intentar descansar para que se pare el dolor, pero termina siendo un dolor que no tiene descanso.

Así son los sueños los que te mantienen vivo, porque los sueños se aferran a la vida dándole nuevas formas, mostrando que no hay nada en contra de las ilusiones que se llevan dentro de una mochila y hablan diferentes idiomas.

Digamos que la vida mantiene viva la unión de espíritu y mundo, porque el mundo es nuestro cuando lo encaminamos en procesión de su ritmo cercano. Si en algún momento del camino quisiéramos morir en sintonía a la vida, seguramente lo haríamos, pero nuestro espíritu nos mantendría intactos, como la fe y su ansia de aventura, de subir al último peldaño de Machu Pichu y estar en comunión con la energía universal, para acallar el dolor del cuerpo y acariciar las cuerdas vocales del espíritu.

El corazón es el órgano más importante, junto con el cerebro; emociones y razón; para hablar de caminar, de mochilas, de idiomas, de amores, de personas… los dos conforman un todo que se nos hace desconocido cuando no nos damos cuenta que bombea nuestro cuerpo y nuestras emociones, escribiendo nuestra novela, siendo nuestro director de orquesta.

¿Por qué pensar en esto? Porque las medicinas que tomo actúan en mi cuerpo como escudo del mal, como aquel guiso que se toman las venas para curarte, pero sin el alimento de la mente, sin la experiencia y la energía, seguramente no tendría ganas de abrigarme un invierno más.

Por esto, y por lo bonito que estará Madrid cuando llegue la primavera…



Natalio


La quimioterapia es un guiso químico que se toman las venas para los días de otoño ponerlas en primavera. En otoño se caen las hojas y le dan paso al invierno, hace que cubramos nuestro cuerpo y busquemos el calor de algo que nos haga sentirnos protegidos.

El pelo se cae, los ojos resaltan un brillo envenenado, las pestañas dejan de cumplir deseos, pero el corazón se mantiene intacto, como se mantiene intacta la emoción de poder verte otra vez. Ese guiso químico que enferma y cura a la vez, se convierte en tu semilla, el tiempo le hace florecer, agarrarse a la vida, hacerte renacer en primavera, cuando los árboles se pintan de rosa y blanco.

Una mañana de invierno, sentada en aquella silla, el señor de al lado me contó que había perdido los dientes y que por más que los buscara no los recuperaría, y cuando él reía, yo también reía, porque no todo en aquella sala era pena y llanto, casi puedo asegurar que era el centro de tráfico de polos y chupachups, además de diversas drogas que enferman y curan.

 De repente entró un nuevo señor, me miró, me sonrió y se sentó a mi lado.

-Mira Natalio te has sentado al lado de tu tocaya.

-¡Ay Natalia si te hubiera pillado cincuenta años antes!

Natalio de setenta y cinco años, sentado a mi lado y enganchado a una máquina, descansando un rato de vida en una silla de pensar. La quimioterapia también sirve para conocer nuevos amigos, incluso para enamorarte, para escribir aquello que no te atreves decir, para llorar si es necesario, para leer los libros que más te encojan el corazón y releer los poemas que en la adolescencia te enseñaron a amar.

Natalio padecía cáncer de páncreas pero para él: ¡Qué me quiten lo bailao! Su mujer le miraba fijamente y le sonreía, en sus ojos podía adivinarse que le quería como el primer día. Natalio regalaba pequeñas alegrías en forma de piropos, hablaba de fútbol, de su Real Madrid, de ver a la selección ganando un mundial… Así era Natalio, un hombre con ganas de seguir viviendo, a pesar de su pesada enfermedad.

¿Qué habrá sido de Natalio? A veces me lo pregunto porque fue la primera persona más cerca de la muerte que de la vida que me enseñó a reír a carcajadas y a tener fe. Estoy segura que Natalio terminó viendo ganar a su España y no sé si aquí o en el paraíso.

En esa sala de terror figurado uno aprende a vivir, aprende lo que es ser amigo, a darse cuenta del valor que tienen las cosas, dando prioridad a las más pequeñas. Lo más importante que aprendí es que la vida es un compendio de ilusiones  que tienen una meta, que junto a la felicidad o momentos de ella, se construye un camino puro y claro que te mantiene a ritmo constante y en el calor del verano, rodeado de sueños posibles.

Dejándonos llegar por el amor, por el esfuerzo, por la ayuda de los demás y la constancia, no perderemos jamás el paso firme, la sonrisa y las ganas de desgastarla en cualquier parte, cualquier día, noche, cualquier beso, cualquier instante.