La vida al pasar

Con certeza, la vida es un devenir de acontecimientos, un columpio donde jugar, donde inventar, donde sonreír y llorar. Es una forma inconclusa si te paras a pensar en la forma en la que llegas a ella, pues sales de otro cuerpo que te quiere antes de conocerte y te da todo su ser para darte cobijo. Así te sientes cuando te hacen sonreír los días y los momentos interminables de quimioterapia, en esos días piensas y construyes los recuerdos, la forma de ser feliz y la forma de sufrir. El álbum cerebral donde se esconden las imágenes de todo aquello que ha divisado tu retina, con la magnífica peculiaridad de poder elegir aquello que más te ha hecho sentir, tanto bueno como malo, sólo para tener unas horas de paz que te brinda la vida para pensar.

Yo en esos días me formulaba preguntas sin respuesta, pero también me divertía comiendo chupachups mientras hablaba con mis compañeros de otras sillas de pensar. Muchos días pensaba ''¡Qué maravilloso sentirse Samanta de Sexo en Nueva York!'' Y ahí con mis vestidos de muñeca, mi perfecto cráneo y mis preciosos zapatos de charol me sentaba imaginándome a mis amigas comiéndose conmigo un buen polo de fresa, mientras hablábamos de hombres y de si el pelo crecería liso o rizado.

Es fácil crearse el escudo protector contra el dolor, pero esas pequeñas sonrisas y manos, esos pensamientos y reflexiones a mitad de un tratamiento eterno,tienden al equilibrio, como tiende la primavera a abrirse al sol del verano y a los festivales durmiendo en tiendas de campaña, que levantan el corazón a ritmo de guitarra y batería y otras a ritmo de botes electrónicos siempre al ritmo de la preciosa amistad.

La quimioterapia tiene una voz aterciopelada como la de Camarón, rasgada y melancólica con la cosa esa del arte que tú le pongas, o lágrimas sin nada o lágrimas y corazón. Así uno llega a la conclusión de que esto no puedes perdértelo, que es demasiado maravilloso, que tienes tantas palabras que regalar, como dejarle amar la melena al viento.

En ese preciso momento casi llegas a hacer magia con las manos aferrándote a la vida dejando que ésta te deje sin aliento de un beso con lengua en los labios.

En mitad de todo y nada tendemos a cierto miedo esperanzador porque empezamos a acostumbrarnos a que podemos perder la batalla, pero también podemos ganarla. Todo parece una especie de cúspide donde, como drogados de algo, nos precipitamos a entender y a confiar qué significa la fe, la interminable esperanza de que todo va a cambiar, y pronto llegará el nirvana de la felicidad.

En la silla de pensar aprendí que la felicidad son momentos, el resto consiste en sentirse bien con uno mismo.

Madrid en unicornio

Mientras el invierno entraba en los corazones de Madrid, había uno que se dejaba querer por su frío calentándose las manos con el aire gélido que olía a próxima nieve. Un corazón que se enamoró de una ciudad con rincones mágicos y prohibidos donde no hace falta volar en pájaros artificiales, valía el valor de paso a paso descubrir que hasta en los corazones más cansados y perdidos, podría asomar el valor que un león muestra frente a otro para ser el rey de su manada. Así brillaba mi corazón pasito a pasito dejando que el laberíntico Malasaña me atrapara con sus cafés con leche leyendo ''El principito'', olvidando que mis venas estaban machacadas y mi alma, a ratos, cansada de los sabores metalizados. 

Llevaba pañuelo de vez en cuando porque a veces necesitaba camuflarme con el mundo y dejar que los hombres me miraran con deseo. Yo imaginaba, mientras paseaba y miraba los escaparates, lo bonita que era la colección de este año y lo bonito que eran los gorros que encontraba en las tiendas vintage, imaginaba lo guapa que estaría el año que viene con pelo y pestañas, sin darme cuenta que en un espejo uno ve lo que quiere, uno ve con la imaginación, pero es el espejo del corazón quien guía la belleza de verse desnuda e inmejorable en la lucha contra el cáncer.

Me compraba un regalito para ayudarme a quererme a mi misma  y soñaba por sus calles lo maravilloso que estaría Madrid en primavera cuando hay más alegría y más sonidos que escuchar por los caminos, más flores, más colores y más miradas que conquistar.

Así llegué a muchos lugares de Madrid, hasta me quedé sentada en el silencio de muchas iglesias por el placer del silencio y el olor a esperanza y a fe. A veces enfadada iba a mirar fijamente los ojos del Lucifer de El Retiro. Le decía ''Ya no me das miedo, por mucho que lo intentes no me iré contigo''. Y así después de dejarme la nariz roja volvía al calor del hogar para intimar con la noche y los sueños que nacían siempre en el zenit de la mañana, justo cuando a los veintiún días volvía a jugar con los polos de fresa en aquella silla. 



El origen de la tormenta


Desde una sala de hospital todo es claro y huele a ser humano, huele a superhéroes de bata blanca y a superhéroes sin disfraz que se baten contra la muerte en busca de una vida que de repente se les escapa. Desde una sala de hospital la vida, a veces se limita y hace que sencillamente, todo tienda a dejarse llevar. 

En aquella sala se formó una cola enorme; yo decidí llamarla ''la anaconda infinita de extracciones de sangre'', aquella en la que las enfermeras de la planta rosa realizan una de sus primeras labores diarias, aunque yo sentí que era la infinita cola del debate entre el bien y el mal, la vida o la muerte.

Sentí fría y vacía la barriga y sin pensar queriendo, pronuncié:

''¿Pero qué hago aquí si yo no soy una enferma de cáncer?'' 

La mente poderosa supo responderme haciendo alusión a los buenos recuerdos, entonces me reí de aquel día despidiendo el verano que tan rápido había pasado; un verano que olía a amistad y cervezas fresquitas mirando al mar, a amores fugaces, a castañuelas y bulerías.

Yo me sentía en verano, a pesar de aquel frío que llegó sin saludar ,y en la antesala a la sala principal donde late el corazón tan fuerte como amar, lo supe,''Va a llover para largo''

Anduve largos pasillos donde las luces parpadeaban como pestañas en duelo de miradas, luego vinieron los pinchazos, las marcas de guerra, los pezones desfigurados, los dolores del miedo a la ignorancia, la música electrónica en tubos futuristas. Vinieron también los momentos de coger una mano que no te suelte nunca.

Cada noche rezaba un poco a no sé quién, para no sentir el silencio de aquellos días, ensordecedor. Sentía un temor, un temor que tuvo una pronta y experimental resolución. 

Las escaleras mecánicas me pararon el corazón:

''Señorita le llamo para decirla que a las doce tiene que pasarse por medicina nuclear para saber qué cantidad de quimioterapia vamos a ponerle'' 

Todos aquellos que me acompañaban se quedaron perplejos, lloraban y sentían el no poder compartir la carga conmigo.

''¿Qué es quimioterapia y qué es medicina nuclear? ¿Es que me van a enviar al espacio?''

Las paredes que los hospitales tienes varios colores y los superhéroes de bata blanca te cogen de la mano y te dejan llorar un rato (si quieres). A mí me preguntó qué superhéroe quería ser en mi nueva aventura y lo tuve claro; sería Batman, el murciélago humano, mi superhéroe favorito. Aquel bata blanca quiso saber por qué y sin vacilar, sabiendo la tormenta que caía en aquella sala manchándome de rosa le dije: 

''Sí, Batman, el murciélago, porque la oscuridad me da miedo, el negro me da miedo, la muerte me da miedo, el mismo murciélago me da miedo, y eso es lo que quiero que mi enemigo sienta mi mismo miedo''


Por eso le elegí a él y por eso traje su frase al momento, porque iba a vencer al enemigo, iba a vencer al maldito cáncer de mama y tenía más de un Robyn conmigo, tenía el poder en mis manos y fue entonces cuando empezó a llover más fuerte y empezó el camino hacía los oscuros rincones de Gotham.

Una vida para contarla, disfrutarla y sentirla

Alber Moreno
Tengo un dulce secreto que contarte, el secreto de la vida que sabe a un trozo de cada parte del mundo, sobre todo de aquella que hace música con el cuerpo de una mujer, acariciando sus curvas enteras. Un cuerpo plano y sin pechos, vestido de maderas que se visten de hilos, y suenan a bulerías tocadas en noches en vela, donde se fusionan manos, labios, cuerpos; donde los amigos utilizan las horas brujas para jurarse eterna amistad, donde uno piensa en los ojos verdes de su madre, donde  adora las manos de su padre y le da vida a la vida que quiere se vista de gala para cantar, donde se piensa en el arte que se encuentra en las historias, y se imagina un beso eterno.

Vida de mujer consagrada al cante desgarrado de su alma, dolida y alegre de tener un momento para que la cojan la mano y se la lleven al pecho para que note corazones. Corazones de hermanos, corazón de una hermana, que es parte de algo que es mío, porque viene de mi mismo sitio de ojos verdes. Vida que como el agua se bebe y discurre por fuentes a veces contaminadas por el miedo y otras cristalinas por el sonido del viento, por el amor y el quejío del tiempo que se mece en la cuna del recuerdo.

Hoy, tres años atrás la vida quiso ponerme a prueba, me quitó un trocito de ella, pero me dejó seguir siendo yo, con mi voz y mis manos para escribirla y describirla, y mejorando con el tiempo  en experiencia y amor, pueda regalarle mi presencia de algo más que polvo y energía. No un día cualquiera, un 19 de octubre, cuando supe lo que es pensar en una silla, lo que es llover fuerte hasta empaparte las mejillas, recordarte lo que eres y significas sin maquillaje, hacer que ames con más intensidad para recordar cada cara, cada sitio que te ha enamorado al alma.

Hoy, el cielo se tiñe de rosa y tiene voz dulce y aterciopelada de madre, de abuela, de padre y abuelo, de tío y de tía, de hermanos, amigos, todo aquello que forma parte de la vida; por ello hay algunas valientes que siguen firmes ante las flechas rojas que el mal les envía, le entrega su pechos, para seguir teniendo todo esto y como aquel libro que cayó por primera vez en tus manos dibujada con letras y tinta,

‘’Una vida para contarla, disfrutarla y sentirla’’